19 de septiembre de 2010

Gente Santa






Esta mañana nada más despertarme, todavía más dormido que despierto, me ha venido a la mente la imagen de Athos encerrándose en una cueva tras aprisionarse él solo, sin permitir la entrada de nadie salvo la de su criado, y me he vuelto a reír al recordar cómo el posadero relataba a D'Artagnan que era imposible echarlos, y que allí guardaba todas sus provisiones de vino y comida...

No sé...,seguramente me acosté con hambre, y me hubiera gustado despertar en esa cueva rodeado de toda clase de comida a mi disposición. O al contrario, quizá me he despertado saciado y feliz, y por eso he pensado en un Athos que festejaba su propio encierro mientras bebía más que en toda su vida. Si explicar lo que pensamos de forma consciente es complicado, el origen de lo que pasa por nuestra mente en esa frontera entre consciente e inconsciente es una tierra de nadie donde cualquier cosa puede pasar.

Volver a recordar los tres mosqueteros me ha hecho pensar en la dignidad y en la entrega de algunas personas. Desde siempre me ha chiflado la nobleza cotidiana de Athos, tan fiel a la idea de sí mismo, a veces tan distante pero siempre tan generoso.
Nunca terminé de creerme el tan manido discurso de que si no vives como piensas acabarás pensando como vives. Sobre todo porque la manera en que vives te va viniendo dada por las circunstancias, a veces sin ni siquiera buscarlas. Canta Ismael Serrano que la excusa más cobarde es culpar al destino. Pero ese destino nos convierte a casi todos en personas similares, con ideas comunes, muy alejadas de ese ideal literario.

Echo de menos conocer gente así, gente de frente a la que no le tiembla la voz al gritar todos para uno y uno para todos, gente capaz de entregar su vida en alguna aventura más allá de sus propias fuerzas, gente que siempre supera cualquier obstáculo sin dejar caer en el camino ni uno solo de sus principios, gente santa, o tal vez gente ficticia, gente fetén si el mundo fuese de cartulina....