30 de octubre de 2012

La vieja sirena






Aunque ya había salido hacía unos cuantos años, yo descubrí La vieja sirena cuando me la recomendó un médico del hospital donde nació mi sobrino. Me vio leyendo en el pasillo de la planta de los recién nacidos, y estuvimos hablando un rato de libros. Yo por entonces tenía diecisiete años y fue mi primera gran novela. Es cierto que después la he releído ya varias veces y nunca ha vuelto a tener la misma intensidad de la primera lectura, tal vez tenía yo la edad justa para disfrutarla. El caso es que me marcó, una historia muy entretenida con unos personajes más allá del amor. Por éso siempre la he colocado como la primera de mis novelas opiáceas.


Ahora con la perspectiva de los años los personajes pueden resultar bastante típicos, y alguna de sus tramas es previsible, y abusa del tópico tan vendido de que el amor todo lo puede, pero aún así para mí sus páginas guardan un pequeño rescoldo escondido entre las cenizas que quedaron tras el fuego. Una especie de primer amor literario.


La novela narra las peripecias de Glauka, una sirena convertida en mujer, desde que fue vendida como esclava a Ahram, el Navegante, un poderoso comerciante, y cuyo amor centra el libro. En su casa conocerá a Krito, el otro personaje del triángulo protagonista, un filósofo con el don de la palabra, a un mismo tiempo hombre y mujer.


En la canción The origin of love que anda por ahí, se explica los tres sexos de la humanidad antes de que los dioses nos separaran por la mitad, los hijos del sol (ambos hombres), los hijos de la tierra (ambas mujeres), y los hijos de la luna, parte del sol y de la tierra, mitad y mitad, hombre y mujer. Pues Krito podría ser uno de estos últimos, descendiente de quienes escaparon al rayo de Zeus.


Me vuelvo a centrar...los tres personajes tienen grandes momentos de monólogos interiores gracias a los cuales cada uno se da a conocer perfectamente, y la novela está narrada con una gran prosa poética, en el contexto histórico de las intrigas políticas en Alejandría durante el siglo III.


El final del "descenso a las alturas" me impresionó... ".....un dios retrocedería, pero yo soy mujer enamorada, ¡soy mortal, qué milagro!, un dios renunciaría, a ellos no les es dado el heroísmo, sólo se llega a héroe en el altar de la muerte, adelante, en este sofocante abrazo del agua..., del fuego..., tus brazos ardientes llevándome contigo al surtidor altísimo... ¡Abajo, abajo! ¡Más adentro que los dioses, arrebatada a ti por ese amor en el morir que un inmortal nunca podrá gozar!"


Y no digo nada más por si acaso, bueno, sí, quien no la haya leído la puede ver digitalizada x akí (ojo, para hacerse una idea del estilo y de qué va; lo bueno es leérsela en el libro...)