30 de marzo de 2010

Discordantes, libres y arrogantes


"¿Habré de ser otra vez sembrado?"

Siempre me han llamado mucho la atención las personas con las que me ha dado un chispazo eléctrico alguna vez. Bueno, "las personas"..., en realidad no han sido más de tres o cuatro, pero siempre he querido creer que tenían algo especial, o que su relación conmigo tendría que ser muy especial, como señales que me brindaba el destino para fijarme con más atención en los detalles de esas personas...
No hace falta decir que siempre he tenido muchos pájaros en la cabeza, y la cabeza siempre en las nubes...
Vaya, en cuatro líneas ya he utilizado cuatro veces la palabra siempre, y ya van cinco...

El hecho de que siempre haya querido ver de una forma distinta a estas personas, y dar un significado especial a detalles que seguramente no tienen importancia ninguna, me ha llevado a forzar las cosas más allá de lo natural, siendo especialmente insistente. Y nunca me ha importado.

Sé que para cada problema debe haber una solución, o muchas soluciones. Y cuando el problema atañe a varias personas, lo suyo es que la solución venga de parte de todos. Me cansa poner todo de mi parte para solucionar discusiones que volverán a surgir por cualquier tontería. Mi insistencia en que algo funcione ha hecho que "de un chispazo casual se forme un temporal", como en la canción.
Ahora diría que temo estos chispazos porque pueden ser el presagio de la tormenta eléctrica que vendrá.

Todo es breve, y sabiendo que todo termina no está mal del todo procurar un final no del todo malo. Vamos, que para vivir amargado mejor pasar página, si se puede, y disfrutar la brevedad de cada momento, sin pretensiones ni señales ni tonterías. "Sólo por breve tiempo, cual flor de magnolia, hemos venido al mundo a abrir nuestra corola". Eso es lo que dijo en una poesía náhuatl el mismo poeta que hace siglos escribió la frase que inicia esta entrada, y que he descubierto escrita hace unas horas en los servicios de unos cines que tienen sus horas contadas.

Sé que parece increíble que alguien pueda escribir el verso de una poesía precolombina en una puerta de los aseos de un cine, pero yo ya no me asusto de nada. Y sigo leyéndolo todo.
Por cierto, si alguien comprueba que no miento, verá que junto a esta cita y otros graffitis escatológicos de mal gusto, hay una frase de otra poeta contemporánea, Amy Winehouse, "life is like a pipe and I'm a tiny penny rolling up the walls inside".
¿Soy yo quien ve señales por todas partes, o todos los pájaros del mundo huyen de la lluvia cobijados en mi cabeza?

Pues eso...





6 de marzo de 2010

La destrucción o el amor

1


Pájaro de la dicha,
azul pájaro o pluma,
sobre un sordo rumor de fieras solitarias,
del amor o castigo contra los troncos estériles,
frente al mar remotísimo que como la luz se retira.

Yo te he querido como nunca.
Eras azul como noche que acaba,
eras la impenetrable caparazón del galápago
que se oculta bajo la roca de la amorosa llegada de la luz.

La realidad que vive
en el fondo de un beso dormido,
donde las mariposas no se atreven a volar
por no mover el aire tan quieto como el amor.

Entonces por los cuellos dulces melodías aún circulan,
hay un clamor de violas y estrellas
y una luna sin punta, roto el arco,
envía mudamente sus luces sin madera.

Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

El mar, encerrado en un dado,
desencadena su furia o gota prisionera,
corazón cuyos bordes inundarían al mundo
y sólo pueden contraerse con su sonrisa o límite.

Arriba las espumas, cabelleras difusas,
ignoran los profundos pies de fango,
esa imposibilidad de desarraigarse del abismo,
de alzarse con unas alas verdes sobre lo seco abisal
y escaparse ligero sin miedo al sol ardiente.

Calla, calla. No soy el mar, no soy el cielo,
ni tampoco soy el mundo en que tú vives.
Soy el calor que sin nombre avanza sobre las piedras frías,
sobre las arenas donde quedó la huella de un pesar,
sobre el rostro que duerme como duermen las flores
cuando comprenden, soñando, que nunca fueron hierro.

No te acerques. Tu frente, tu ardiente frente, tu encendida frente,
las huellas de unos besos,
ese resplandor que aún de día se siente si te acercas,
ese resplandor contagioso que me queda en las manos,
ese río luminoso en que hundo mis brazos,
en el que casi no me atrevo a beber, por temor después a ya una dura vida de lucero.



2

Cuerdas, dientes temblando en las ramas;
una ciudad, la rueda, su perfume;
mar, bosque de lo verde, verde altura,
mar que crece en los hombros como un calor constante.

Un pájaro de papel en el pecho
dice que el tiempo de los besos no ha llegado;
vivir, vivir, el sol cruje invisible,
besos o pájaros, tarde o pronto o nunca.

Tus alas como brazos,
amorosa insistencia en este aire que es mío,
casi mejillas crean o plumón o arribada,
batiendo mientras me olvido de los dientes bajo tus labios.

Un aire blando y suave
donde las palabras se murmuran como a un oído.
Donde resuenan unas débiles plumas
que en la oreja rosada son el amor que insiste.

Llega con su cuerpo sonoro
donde sólo los besos resultan todavía fríos,
pero donde el sol se rompe ardientemente
para iluminar en redondo el paisaje vencido.

Tu corazón tomando la forma de una nube ligera
pasa sobre unos ojos azules,
sobre una limpidez en que el sol se refleja;
pasa, y esa mirada se hace gris sin saberlo,
lago en que tú, oh pájaro, no desciendes al paso.

Cuerpo que sólo por la mañana, dolido,
sin fiebre, tiene ojos de nieve tocada
y un rosa en los labios como limón teñido,
cuando sus manos quisieran ser flores casi entreabiertas.

Siento el mundo rodar bajo mis pies,
rodar ligero con siempre capacidad de estrella,
con esa alegre generosidad del lucero
que ni siquiera pide un mar en que doblarse.

Oh maravilla mía,
oh dulce secreto de conversar con el mar,
de suavemente tener entre los dientes
un guijo blanco que no ha visto la luna.
Noche verde de océano que en la lengua no vuela
y se duerme deshecha como música o nido.

Quiero saber si el corazón es una lluvia o margen,
lo que se queda a un lado cuando dos se sonríen,
o es sólo la frontera entre dos manos nuevas
que estrechan una piel caliente que no separa.

Pájaro como luna,
luna colgada o bella,
tan baja como un corazón contraído,
suspendida sin hilo de una lágrima oscura.

3


Dichoso corazón encendido en esta noche de invierno,
en este generoso alto espacio en el que tienes alas,
en el que labios largos casi tocan opuestos horizontes
como larga sonrisa o súbita ave inmensa.

El mar, la tierra, el cielo, el fuego, el viento,
el mundo permanente en que vivimos,
los astros remotísimos que casi nos suplican,
que casi a veces son una mano que acaricia los ojos.

Duele el alma amarilla o una avellana lenta,
la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua
y las lágrimas no se sentían más que al tacto.

Díme por qué sobre tu pelo suelto,
sobre tu dulce hierba acariciada,
cae, resbala, acaricia, se va
un sol ardiente o reposado que te toca
como un viento que lleva sólo un pájaro o mano.

Pájaro que picotea pedacitos de sangre,
sal marina o rosada para el pájaro amarillo,
para ese brazo largo de cera fina y dulce
que se estira en el agua salada al deshacerse.

Todo, todo, amor mío, es verdad, es ya ello.
Todo es sangre o amor o latido o existencia,
todo soy yo que siento cómo el mundo se calla
y cómo así me duelen el sollozo o la tierra.

Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un claror de carne.

La celeste marca del amor en un campo desierto
donde hace unos minutos lucharon dos deseos,
donde todavía por el cielo un último pájaro se escapa,
caliente pluma que unas manos han retenido.

Sombra feliz del cabello
que se arrastra cuando el sol va a ponerse,
como juncos abiertos- es ya tarde;
fría humedad lasciva, casi polvo-.

Oh tú, calor, rubí o ardiente pluma,
pájaros encendidos que son nuncio de la noche,
plumaje con forma de corazón colorado
que en lo negro se extiende como dos alas grandes.


4


Canto el cielo feliz, el azul que despunta,
canto la dicha de amar dulces criaturas,
de amar a lo que nace bajo las piedras limpias,
agua, flor, hoja, sed, lámina, río o viento,
amorosa presencia de un día que sé existe.

El puro corazón adorado, la verdad de la vida,
la certeza presente de un amor irradiante,
su luz sobre los ríos, su desnudo mojado,
todo vive, pervive, sobrevive y asciende
como un ascua luciente de deseo en los cielos.

La memoria como el hilo o saliva,
la miel ingrata que se enreda al tobillo,
esa levísima serpiente que te incrusta su amor
como dos letras sobre la piel odiada.

Sangre o sol que se funden en el feroz encuentro,
cuando el amor destella a un choque silencioso,
cuando amar es luchar con una forma impura,
un duro acero vivo que nos refleja siempre.


5


Soy el destino que convoca a todos los que aman,
mar único al que vendrán todos los radios amantes
que buscan a su centro, rizados por el círculo
que gira como la rosa rumorosa y total.

Un alimento o roce en la garganta,
blanco o maná de tímidos deseos
que sobre lengua de calor callado
se deshace por fin como la nieve.

La felicidad no consiste en estrujar unas manos
mientras el mundo sobre sus ejes vacila,
mientras la luna convertida en papel
siente que un viento la riza sonriendo.

Se espera siempre.
Luna, maravilla o ausencia,
celeste pergamino color de manos fuera,
del otro lado donde el vacío es luna.

Quiero muslos de acero, acaso musgo tenue,
acaso esa suavidad tan reciente
cuando la lluvia cae por una ingle indefensa.

Una mágica luna del color del basalto
sale tras la montaña como un hombro desnudo.
El aire era de pluma, y a la piel se la oía
como una superficie que un solo esquife hiere.

Labios, dientes o flores, nieves largas;
tierra debajo convulsa derivando.
Ama el fondo con sangre donde brilla
el carbunclo logrado.
El mundo vibra.

Dichosa claridad de la aurora,
cuerpo radiante, amoroso destino,
adoración de ese mar agitado,
de ese pecho que vive en el que sé que vivo.

El amor como un número
tan pronto es agua que sale de una boca tirada,
como es el secreto de lo verde en el oído que lo oprime,
como es la cuneta pasiva que todo lo contiene,
hasta el odio que afloja para convertirse en el sueño.

Soledad, soledad, calvero, mundo,
realidad viva donde el plomo es frío;
no, ya no quema el fuego que en las ingles
aquel remoto mar dejó al marcharse.


6

Vive, vive, despierta, ama, corazón, ser,
despierta como tierra a la lluvia naciente,
como lo verde nuevo que crece entre la carne.

Vive, vive como el mismo rumor de que has nacido;
escucha el son de tu madre imperiosa;
sé tú espuma que queda después de aquel amor,
después de que, agua o madre, la orilla se retira.

Se aproxima el momento en que la dicha consista
en desvestir de piel a los cuerpos humanos,
en que el celeste ojo victorioso
vea sólo a la tierra como sangre que gira.

Vida, vida batiente que con forma de brisa,
con forma de huracán que sale de un aliento,
mece las hojas, mece la dicha o el color de los pétalos,
la fresca flor sensible en que alguien se ha trocado.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

Esa dicha creciente que consiste en extender los brazos,
en tocar los límites del mundo como orillas remotas
de donde nunca se retiran las aguas,
jugando con las arenas doradas como dedos
que rozan carne o seda, lo que estremeciéndose se alborota.

Ven, ven, huyamos quietos como el amor;
vida como el calor que es todo el mundo solo,
que es esa música suave que tiembla bajo los pies,
mundo que vuela único, con luz de estrella viva,
como un cuerpo o dos almas, como un último pájaro.

Tú, corazón que dondequiera existes como existe la muerte,
como la muerte es esa contracción de la cintura
que siente que la abarca una secreta mano,
mientras en el oído fulgura un secreto previsto.

Paraíso de lunas sajadas con desvío,
con filos de vestidos o metales dichosos,
aquellos que no amaron porque sabían siempre
que el polvo no circula ni sustituye a la sangre.

Mátame como si un puñal, un sol dorado o lúcido,
una mirada buída de un inviolable ojo,
un brazo prepotente en que la desnudez fuese el frío,
un relámpago que buscase mi pecho o su destino.....



Seguramente es un atrevimiento y una falta de respeto por mi parte. Pero me entretiene juntar estrofas de cada poema de La destrucción o el amor. Y siempre, con cualquier combinación, se mantiene el sentido global del poemario. Desde luego Vicente Aleixandre es el maestro del verso libre, y qué mayor libertad que la de acomodar sus propios versos como piezas de distintos puzzles. En concreto, este puzzle lo he compuesto seleccionando una única estrofa de cada poema, en el orden consecutivo de la edición de la editorial losada de 1954.

5 de marzo de 2010

Incertidumbre

Cuando la incertidumbre me muerde el estómago por el miedo a vivir situaciones desconocidas, me gusta perderme entre las páginas de algún libro viejo. Ya lo hacía de niño con los libros que había en casa sin ni siquiera entender lo que estaba leyendo. Mi familia me ha contado varias veces que no había cumplido dos años cuando murió mi abuela, en la casa de al lado, y yo me puse en la cama de mis padres a trastear un tomo de una enciclopedia antigua que ni ellos mismos habían consultado nunca.

Cada vez que comenzaba un curso nuevo, la noche anterior al primer día de escuela siempre me quedaba en vela pensando en la historia que leía. Incluso sigo dudando ahora en noches como ésa si realmente me llego a quedar dormido, o me muevo entre sueños por un mundo intermedio hasta que amanece. Sólo sé que me termino durmiendo porque a la mañana siguiente despierto, como una tormenta nocturna de la que sólo te enteras cuando ya de día ves las calles mojadas. El sueño es para mí en esas ocasiones como esa lluvia ignorada a la que permaneces ajeno.

No es realmente miedo, es más bien el deseo de que el tiempo pase rápido y tener al fin claridad para comprender lo que ha pasado, lo que aún no sabes que va a pasar. Dilucidar entre varias opciones sin tener ninguna posibilidad de conocer de antemano cuál será la correcta, elegir una alternativa, vivir. Arriesgarse o continuar, intentarlo una vez más o adaptarse y huir como diría el personaje de Meryl Streep...

Lo mismo es el temor a equivocarme lo que me genera esa ansiedad que sólo me calma algún libro. Pese a que los años te van convirtiendo en una persona cada vez más sensata, hay días en que me sigo sintiendo desubicado, sobre todo en días de viento como éste. Nunca he dado nada por seguro, y eso ha hecho que sea un hombre de pocas certezas, casi ninguna... Pero cuando el viento sopla tan fuerte como hoy necesito sentirme pesado, seguro, incapaz de irme volando... Y no encuentro en ninguna parte ese peso vital que me ate a tierra, esa gravedad necesaria para seguir en mi lugar, algo que me dé aplomo, confianza, entereza.

Alguna certeza, por intrascendente que sea; fe en alguna cosa, aunque no sea más que una fe literaria, casi tan irreal como mi propia esperanza. A todo eso, en líneas generales, le llamo incertidumbre. Y lo he sentido desde siempre, de una forma inconsciente, y desde siempre he encontrado un refugio en los libros. De niño no lo sabía, claro. Es ahora cuando puedo describirlo con palabras.

Y es por éso que hoy he vuelto a leer La destrucción o el amor, de Vicente Aleixandre. En una edición tan antigua que casi se deshacen las páginas mientras las paso entre mis dedos. Y entre sus poemas respiro la calma de nuevo, recupero el aliento, el ánimo, el coraje, y cierto convencimiento de estar viviendo mi vida más o menos como quiero...

Como en un círculo perfecto, al recuperar mi energía me vuelvo a vaciar de certezas libre ya de miedos para comenzar desde cero.

Hoy que La destrucción o el amor ha servido para calmar mi incertidumbre, tal vez publique después una entrada con un poema global compuesto por estrofas distintas de todos los poemas que componen el libro...a modo de homenaje por el primer año de este blog, recopilando este botiquín personal de opiáceos de andar por casa.