16 de abril de 2009

La vida a la cara





"Mirar a la vida a la cara, siempre. Mirar a la vida a la cara y conocerla por lo que es. Y por último, conocerla, y amarla, por lo que es, y entonces guardarla. Guardaré los años entre nosotros, Leonard, siempre. Y el amor. Siempre. Y las horas..." Con estas palabras de Virginia Woolf termina esta película...con uno de los mejores guiones de los últimos años.


Sí, mirar a la vida a los ojos, no esconderse de ella, ofrecerse tal cual uno es, vivo. Es lo único que tenemos, nuestra vida. Habrá millones de cosas que no nos gusten, pero la única alternativa es el vacío absoluto. Hay que aceptar la vida con todo lo que no nos guste tanto, como también en nosotros hay cosas que no nos gustan. Asumir la vida por lo que es, o el mundo por lo que es, incluso nosotros mismos por lo que somos. Más allá de lo que nos gustaría que fuera. No hay más vida que la vida...


Sí, conocerla. El mundo es enorme, inabarcable; la vida plantea un millón de caminos por los que se puede pasar, un millón de maneras de disfrutarla, vivirla, sentirla. Aunque a veces duela, es cierto. Pero también ese dolor es vida. Todo se puede probar, sentir, conocer.


Pero no te puedes limitar a conocerla. Entonces no serás más que un triste observador, que puede llegar a conocer mucho sin vivir nada. Sí, hay que conocerla y amarla. A veces no se trata sólo de conocer, no hay que observarlo todo, simplemente vivirlo, dejarse fluir en ese todo como algo más en la corriente, ser consciente de esa corriente vital en la que fluimos. Porque si de repente nos sentimos ajenos a esa corriente y simplemente observamos como todo lo demás se mueve en ella, nos sentiremos fuera de la vida, como algo que no nos pertenece. Algo parecido debió sentir ella cuando se dejó vencer por el miedo a vivir parte de todo aquello que observaba. Afortunadamente, en sus épocas buenas, supo dejarlo por escrito como nadie.

Vivir, fluir, amar. Por lo que es. Por lo que somos.


Y entonces guardarla, acumular vivencias, recuerdos, experiencias. Aprender de ellas. Como las paradas de un camino que no termina nunca, y en las que podemos descansar de vez en cuando, para continuar el viaje a ningún lugar y a todas partes, el viaje de la vida.


Mirar a la vida a la cara y conocerla por lo que es, y amarla por lo que es, y entonces guardarla.


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