2 de abril de 2009

Andrea Chénier


Nunca sabemos hasta qué punto la suerte, el azar, el destino, si se cree en él, guía nuestra vida o algunos momentos de ella, pero lo que sí está claro es que hay historias que ocurren de una manera en la que tienes que creer en el destino, en la suerte, en las coincidencias, o en todo a la vez...

Una de esas historias es la de cómo se compuso la ópera de Andrea Chénier, del compositor italiano Umberto Giordano.


Tal y como lo cuentan en el libro de “La gran ópera, paso a paso”, fue una obra q no contó con el favor de la crítica pero sí con el del público y los intérpretes. Es una de las obras a las que llaman veristas, que se caracterizan porquen rompen con el tipo de ópera que había dominado hasta entonces. Parece que los intérpretes van cantando mientras sienten las cosas, y que no hay formas predefinidas. De alguna manera parece que se olvidan de dominar el bel canto y lo que prevalecen son las sensaciones y la naturalidad. Son óperas que no tienen nada que ver con las de Rossini o Bellini, q eran todo florituras. Sus temas ya no son los de la princesa que está en la torre, o el amor, o la libertad, o cosas así, sino problemas sociales, rurales, la realidad política italiana. De hecho el verismo, cuyo máximo representante es Verdi, es un estilo que anunciaba y desemboca en el comienzo del neorrealismo italiano de los años ‘40. Estas obras tuvieron un gran éxito entre el público porque se veían identificados en los temas que trataban y en la manera de expresarlos.

La historia de cómo se compuso esta obra está llena de casualidades y de buena suerte, Umberto Giordano quiso ser compositor pese a la voluntad contraria de su entorno y se presentó a los exámenes de ingreso de un conservatorio, pero fracasa y no consigue entrar. Él no se desanima y decide seguir por libre, escoge como maestro a un profesor del propio conservatorio que le acaba de rechazar, Paolo Serra. Antes de cumplir los veinte años y sin terminar la carrera, se presentó a un concurso de nuevos talentos, Sonzogno, que ese año ganó Pietro Mascagni con la obra Cavalleria Rusticana. Sin embargo, el jurado vio que el joven compositor tenía un futuro brillante.

Tres años después, sus miembros, que no se habian olvidado de él, le ofrecen un contrato para escribir una obra verista que será Mala vita, sobre un obrero tísico empeñado en salvar a una prostituta del camino de la perdición. Gracias al éxito, le ofrecieron un nuevo contrato, aunque su siguiente obra Regina Diaz fracasa y se queda sin trabajo.

Y ahí empiezan una cadena de sucesos y coincidencias que cambiarán su vida. La primera, su encuentro en un restaurante con el compositor y rico heredero Alberto Franchetti, quien, conmovido por su situación, le ofrece un libreto que Luigi Illica (autor de los libretos de La Boheme, Tosca o Madame Butterfly) había escrito para él. Ese libreto es Andrea Chenier. Un poeta revolucionario guillotinado en la Revolución Francesa por denunciar los crímenes que se cometieron durante la misma, tal y como dice uno de los personajes en la ópera, “la Revolución devora a sus hijos”.

Aunque al principio ese proyecto cuenta con el apoyo de Sonzogno, el resultado final no convence a nadie. Las cosas vuelven a ponerse feas para Giordano, pero de repente se acuerda de aquel joven que le ganó en el concurso de Sonzogno unos años antes, y decide viajar a Milán para pedirle ayuda, y ahí vuelve a jugar la suerte.

Umberto le encuentra cuando está subiendo a un tranvía, le para y le convence para que no suba y puedan hablar un rato, Mascagny finalmente no toma ese tranvía para hablar con Umberto, y ambos ven como al poco descarrila en un accidente en el que murieron varias personas. Mascagny, agradecido, vio en ello una señal del cielo y le ayuda en su ópera, que finalmente tuvo un gran éxito en Italia y en todo el mundo

Giordano, ya con la suerte de cara y su éxito asegurado, se enamora de la hija de un rico hostelero propietario del Gran Hotel de Milán, pero éste no se fía mucho de que su hija se case con un compositor. Por eso le pide algunas de sus partituras para enseñárselas a un huésped que dice que tiene, del que se fia mucho...., y otro golpe de suerte, pues ese huésped del que se fiaba tanto el padre hostelero es nada menos que Verdi, quien lee las partituras y le confirma que tiene un gran talento. Y se casan , claro.

El aria “La mamma morta”, el aria más tremenda que se ha escrito nunca, pertenece a esa ópera. Pasa de la angustia del drama enorme por la pérdida de su madre en la primera parte, a ser todo alegría por el descubrimiento del amor en la segunda. Es impresionante. Casi todos la recordamos por la famosa escena de Filadelfia, interpretada por Tom Hanks:



GRACIAS a Notas confusas, De Radio 3

1 comentario:

  1. Le tengo manía a la peli de Philadelphia desde que el Oscar fuera entregado al bueno de Tom, en detrimento de mi admirado Daniel y de su no menos genial papel en la no menos obra maestra convertida en film llamada:

    ¡IN THE NAME OF THE FATHER!

    U2, tampoco está mal :)

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